“Nadie seguirá a un Mesías si éste no hace milagro alguno. Al menos, esto
es así por principio, porque hay una alternativa: que al Mesías o a aquél que
se tiene por Mesías se le atribuyan acciones
milagrosas que él no ha realizado. Y de poco le sirve que él en persona
arremeta contra el afán de milagros. En todo caso se le proveerá de acciones
milagrosas” (1)
El tema de los milagros permite abordar no sólo la histórica manipulación
que de ellos ha hecho la Iglesia Católica, sino que conecta con otras artimañas
que la institución religiosa comete ante las consecuencias celestiales de
aquellos: las canonizaciones.
Conforme la lúcida opinión de la teóloga citada, el Mesías cristiano rechazó
los milagros “como acreditación de la verdad de su mensaje: “Si no veis señales
y prodigios, no creéis” (Jn 4,48)”. Para él “la creencia en virtud de los
milagros no es fe” (2).
La teología crítica es conteste en admitir que los milagros no pasan de ser
fábulas o leyendas utilizadas por la religión - en nuestro caso, católica -
para satisfacer sus intereses. Se basa en que ni las cartas de los Apóstoles,
ni Pablo (fundador del catolicismo), hicieron referencia alguna a acciones
milagrosas de Jesús.
Ni el milagro de la “boda de Caná” (que, para seguir su costumbre de adaptar
sus fechas litúrgicas, la iglesia hizo “coincidir” el 6 de enero, fiesta del
dios griego Dioniso); ni las curaciones milagrosas (con su “lógica” culpa
causante/enfermedad causada, y la variante “no curación” por falta de fe de la
gente); ni las expulsiones de demonios (que conforme el estado de los
conocimientos médicos de la época hacían confundir a epilépticos, ciegos,
mudos, o enfermos de gota con “endemoniados”), ni los milagros de la naturaleza
(análogos a los que relataba Pitágoras); o el de la higuera (donde se castiga
injustamente a ese pobre árbol por no dar frutos fuera de época); o la
resurrección de muertos (sobre todo la de Lázaro, plagada de contradicciones
entre los evangelistas), permiten sostener que haya “algo cristiano sobre lo
que se deba teologizar”, en palabras de la alemana.
Si la Iglesia Católica, impune y cínicamente, ha manipulado los milagros,
cabe el mismo criterio para su efecto institucional inmediato, las canonizaciones.
Históricamente, fueron utilizadas no sólo con fines religiosos, sino esencialmente
políticos y económicos. Como sostiene José María Castillo “un santo “bien
aprovechado” puede ser una mina: las peregrinaciones, las reliquias, los
milagros, las indulgencias han sido siempre, y siguen siendo, una fuente
importante de ingresos. Por eso ha pasado lo que ha pasado” (3). En pleno siglo XXI sigue
siendo un negocio redondo administrado por el Vaticano S.A.
¿Y qué muerto será sujeto de la próxima canonización? Nada menos que el
papa Juan Pablo II, cuyo procedimiento fue motorizado por los sectores
fundamentalistas e integristas del catolicismo, haciendo apología de amnesia
colectiva, si se tienen en cuenta las canalladas que hizo el pontífice durante
todo su período de gobierno.
De la mano de la manipulación señalada, vienen dos artimañas y una
confirmación. La primera, el propio Juan Pablo II fue quien dictó, el 25 de
enero de 1983, la Constitución apostólica “Divinus perfectionis magister”, reformando
los procesos de beatificación/canonización
establecidos en el siglo XVII por Urbano VIII, y que lo iba a beneficiar de
modo directo; segunda, su período de gobierno fue un cúmulo de violaciones a
derechos humanos que invalidan su propia canonización. La confirmación: con la santificación
efectuada, Francisco ratifica la continuidad del modelo institucional clerical,
obsoleto, que poco y nada tiene que ver con el cristianismo.
1. La modificación de las reglas: prevaricar,
esa es la cuestión
La constitución apostólica mencionada, contiene una serie de reformas en el
procedimiento de canonización que, paradójicamente, lo convierte en “non
sancto” ya que exponen decisiones injustas y premeditadas por parte de quien, a
posteriori, iba a ser el principal beneficiado. Las reformas recayeron en los
siguientes puntos:
a) Reducción de plazos: mientras históricamente el procedimiento de
beatificación/canonización comenzaba 5
años después de la muerte del candidato, con la referida Constitución, el
propio Juan Pablo II permitió que se diera una dispensa de ese plazo para
iniciar algunos procesos, obviamente, digitados por el Vaticano conforme sus intereses.
De esta modificación se valió Benedicto XVI para iniciar el proceso de Wojtyła,
y que ahora culmina con la canonización.
b) Eliminación del “abogado del Diablo”: este personaje, tradicionalmente, era el
encargado de poner trabas a los méritos del candidato. Su figura fue abolida
por Juan Pablo II y suplantada por el “promotor de justicia”, un sujeto que en
vez de exponer los hechos negativos probados se limita a reforzar los méritos
del futuro santo.
c) Milagros oscuros: de los numerosos hechos atribuidos al papa,
se eligió el de una monja que se curó del mal de Parkinson, al haberla
encomendado sus compañeras de congregación al papa difunto. La cuestión es que
un médico polaco consultado por el Vaticano sostuvo que tenía dudas acerca de
la curación milagrosa, ya que los padecimientos de la monja podían deberse a
otra enfermedad neurológica, no al Parkinson. Como es obvio, el Vaticano buscó
otra opinión que finalmente permitió a la Comisión Médica de las Causas de los
Santos sentenciar la curación “instantánea”. El segundo milagro, que permite la
canonización, fue a favor de una costarricense curada de un aneurisma cerebral.
d) Reducción en los aranceles y tasas: con la excusa que acortando plazos también
se reducen tasas y aranceles, se blanqueó el hecho que para llegar al cielo católico
hay que pagar, ¡no faltaba más! En algunos casos se gastaron millones de dólares
en la beatificación, por ejemplo, en el caso de José María Escrivá de Balaguer,
fundador de la secta nacionalcatólica “Opus Dei”. El primer documento (la
“positio”), a favor de un nuevo beato cuesta 6.000 euros más los honorarios de
quien postula. En el caso de Juan Pablo II no se sabe cuánto se ha pagado.
e) Objeciones no incluidas en el
procedimiento: numerosos
informes, tanto de sectores del progresismo como del conservadurismo, que
contenían no pocas objeciones a la beatificación/canonización no fueron
agregados ni tenidos en cuenta durante todo el período en que duró el
procedimiento.
Esos
detalles “menores” le permitieron al pontífice ser beneficiario celestial. Demuestran
también que un procedimiento justo es lo que menos importa a la hora de
manipular masas y facturar.
2. Diabluras terrenales:
por qué la canonización de Juan Pablo II es una desvergüenza
Lo
expuesto respecto a la manipulación y relajación del proceso no deja de ser
exponente de las prácticas caricaturescas de la jerarquía vaticana, necesitada
imperiosamente de cielos, infiernos, figuras mitológicas, patrones y patronas, fábulas,
supercherías e idolatrías varias para controlar conciencias y mantenerlas en un
catecismo de primera comunión.
La
realidad es bastante más implacable y demuestra el cúmulo de males que ocasionó
Wojtyła, cuyos efectos atroces aún lo padecen los católicos y no pocas
sociedades laicas. Hagamos un muy breve repaso de las diabluras del sujeto en
cuestión.
a) Encubridor del clero
abusador sexual: el
período de gobierno de Juan Pablo II fue, por lejos, el peor en cuanto a la
política de encubrimiento de curas abusadores sexuales. La valentía de las
víctimas y la acción de los medios de comunicación social fueron determinantes
para que se hiciera visible el fenómeno.
Normas
jurídicas elaboradas premeditadamente para proteger a los abusadores, modus
operandi de carácter universal para encubrir delincuentes, maniobras judiciales
dilatorias, compra del silencio de las víctimas bajo el disfraz de
“resarcimientos”, mantenimiento del secreto pontificio, “decálogo” para
proteger a los violadores con sotana, son aberraciones que se fomentaron y
ampliaron bajo el mandato de este papa, principal responsable de encubrir la
plaga, cuyos efectos siguen intactos dentro de la institución.
En
el “ranking” de delincuentes protegidos por Wojtyła hay para todos los gustos: desde
el monstruo llamado Oliver O’Grady, quien abusó de un bebé de 9 meses; pasando
por James Poole, a quien se le confió una adolescente muy pobre, la embarazó, y
la convenció para que le dijera a la policía que había sido su padre quien lo
había hecho, siendo este encarcelado; hasta el multimillonario y pedófilo Marcial
Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, mecenas financiero del pontífice
y del Vaticano. Cabe recordar que dicha congregación ha recibido el guiño de
Francisco para seguir con sus actividades.
Por
esta sola causa, todo el proceso de canonización es nulo de nulidad absoluta.
Es un insulto a las víctimas y sus familias, y la prueba máxima que la Iglesia
es una máquina picadora de seres humanos que están debajo, pero muy debajo, de la
macabra institución.
b) Continuador de la
corrupción financiera vaticana: fundamentalmente, porque no continuó la investigación
iniciada por su predecesor Juan Pablo I sino que mantuvo en sus cargos a los
principales responsables de la corrupción financiera, por ejemplo, el obispo
Paul Marcinkus, durante 10 años. Luego, fue escondido en el Vaticano para
evadir las citaciones de la justicia italiana.
Innumerables
son los periodistas e investigadores que analizó minuciosamente el lavado de
dinero vaticano durante el período de este papa, como el desvío de fondos para
financiar al sindicato polaco “Solidaridad”. El capítulo financiero de la
gestión del papa Wojtyła fue vergonzoso y es otro obstáculo insalvable que
anula la canonización.
c) Avalista de dictadores
latinoamericanos: el
período de gobierno de Wojtila coincidió, dramáticamente, con las dictaduras
militares latinoamericanas. En el caso de nuestro país, la colaboración de la
mayoría de la Conferencia Episcopal Argentina y sus secuaces laicos con los
genocidas es un hecho irrefutable.
La
ideología católica fue el fundamento de las dictaduras con sus mitos de
legitimación: hispanismo, civilización occidental y cristiana, identidad
nacional católica, entre otros.
La
histórica alianza Ejército-Iglesia en nuestro país, que llevó a esta última a
apoyar todos los golpes de estado, tuvo un jugoso “premio” en la última
dictadura: el conjunto de leyes que beneficiaron económicamente a la Iglesia,
sobre todo, aquella por la que todavía hoy los obispos cobran un sueldo del
estado nacional.
En
el caso de Chile, la bendición católica a la sangrienta dictadura que sufrió
ese país se reflejó en la cercanía a través del Nuncio y gestos políticos como la
salida al balcón del Palacio de la Moneda del pontífice junto al dictador
genocida Augusto Pinochet para quien, además, celebró una misa especial.
d) Abanderado del machismo
clerical: fue este
pontífice quien le cerró las puertas a las mujeres para acceder al sacerdocio,
confirmando el carácter machista y discriminador del catolicismo romano.
Conforme la Carta Apostólica “Ordinatio
sacerdotalis”, Juan Pablo II sostuvo que la Iglesia “no se considera autorizada
a admitir a las mujeres a la ordenación sacerdotal”, fundamentalmente, porque
Cristo no eligió mujeres.
Quiso congraciarse con el colectivo
femenino a través de otra Carta Apostólica: “Mulieris Dignitatem”, pero le
salió mal. Como sostiene Roser Puig Fernández, “según Juan Pablo II, el Maestro
prescindió de las mujeres para su proyecto clerical porque le dio la gana y la
Iglesia no podía hacer nada al respecto (tesis desmentida por la exégesis y la
teología actualizadas e independientes) ¡Bonita manera de colgarle a Jesús de
Nazaret la responsabilidad del escándalo de la discriminación de la mujer en la
Iglesia Católica!” (4)
e) Defensor del genocidio
español en Latinoamérica: fue continuador de la histórica apología
de los papas respecto a la evangelización de las tierras americanas, que vino de
la mano del genocidio y rapiña española, de los que la Iglesia Católica resultó
beneficiaria privilegiada.
Relata
Deschner que en uno de sus primeros viajes, efectuado a República Dominicana en
1979, el pontífice dio gracias a su dios porque le concedió poner pie en esa
porción de tierra americana que se “abrió a Jesucristo”.
Como
contrapunto a semejante acto de cinismo, citando a Bartolomé de las Casas,
sostuvo el autor: “los cristianos… tomaban las criaturas de las tetas de las
madres por las piernas y daban de cabeza con ellas en las peñas”. “Alabado sea
Dios, que me condujo aquí” (5), dijo Juan Pablo II.
f) Impulsor del
totalitarismo religioso: sabido
es que la ideología católica se caracteriza por ser invasiva de las
conciencias, intimidad y autonomía de las personas, sean creyentes o no. Bajo
el disfraz de libertad religiosa se esconde una milimétrica política de
“cristianizar” sociedades, utilizando parasitariamente a los estados.
Y
si en el poder vaticano se encuentra un papa integrista, la nota totalitaria se
acentúa más. Es lo que destacó el filósofo italiano Paolo Flores d’Arcais al
analizar este aspecto del pontificado de Wojtyła cuyo pensamiento estuvo
dirigido a anular la autonomía de las personas, la libertad de decidir, las
singularidades y autodeterminación de la propia existencia. “El secreto más
auténtico del totalitarismo no es el ateísmo, sino la voluntad de anular al
individuo concreto, que es siempre y únicamente fragmento, en favor de la
comunión despótica y la negación de las diferencias” (6). El nuevo santo fue un
abanderado del totalitarismo en clave religiosa.
g) Enemigo de la libertad
de expresión. Censura a teólogos: fueron
cientos los teólogos y teólogas sancionados durante la gestión de Juan Pablo
II. Todos por ejercer la libertad de investigación, pensamiento y expresión,
derechos humanos inalienables aunque en la Iglesia Católica no se hayan
percatado todavía. Ejemplo de ello fue Hans Küng a quien en 1979 le fue
retirada la licencia para enseñar como teólogo católico.
El
foco inquisidor de Juan Pablo II y su mejor discípulo censor (Ratzinger),
fueron los teólogos especialistas en moral y los de la liberación. Con la Instrucción
“Donum Veritatis”, sobre la vocación eclesial del teólogo, institucionalizó la
violación a la libertad de investigación al sostener que “no se puede apelar a
los derechos humanos para oponerse a las intervenciones del Magisterio” (7).
Se
suma a semejante violación de derechos, el mantenimiento de la censura en el
Código de Derecho Canónico, regulada en el Título IV, “De los instrumentos de
comunicación social y especialmente de los libros”. Dichas normas son
complementadas con el “Reglamento para el examen de doctrinas”, también
conocido como “Ratio agendi”, que establece los dos procedimientos de censura que
se aplican en la institución, todavía vigentes.
h) Negador de derechos
humanos al interior de la iglesia: Código de Derecho Canónico y Catecismo
Lo
dicho respecto a la violación legalizada de la libertad de expresión puede
hacerse extensivo a otros derechos humanos que les son negados a los católicos.
Entre ellos, la libertad de pensamiento y conciencia tipificados como “delito”
de herejía (negación o duda pertinaz de una cuestión de fe); el cisma, negando
el derecho a disentir con la autoridad; la negación del derecho de las
sacerdotes a contraer matrimonio, lesionando su libertad de intimidad; el
castigo a los apóstatas, personas que deciden irse de la Iglesia, o cambiar de
religión, y que tienen regulada una “sanción” por el sólo hecho de retirarse,
solución ridícula y absurda si las hay; negación a los laicos de ejercer
derechos políticos para elegir a sus autoridades; negación a los laicos del
derecho de gobernar la institución, justificada en la falacia que la Iglesia
tiene una estructura “jerárquica”, querida por su agresivo dios; la elaboración
de la “teología del cuerpo”, un auténtico compendio para mojigatos con
pretensiones de ser impuesto a toda la sociedad mediante leyes laicas, anulando
la autonomía de decisión de mujeres y varones sobre su propio cuerpo; las
normativas sobre ética sexual. Y la lista puede engrosarse todavía más si se profundiza
en el Código Canónico sancionado durante su pontificado.
Si
el referido Código es un compendio de violaciones a derechos, algo similar
puede decirse del Catecismo, también sancionado en el período de gobierno de Juan
Pablo II. La legitimación de la pena de muerte (N° 2266), la exclusión de la
mujer, las condenaciones “eternas” por actos inmorales nimios, y las ausencias
del pluralismo y juicio críticos son puntos destacados.
3. Continuismo de Francisco:
la turbiedad del modelo clerical
Ahora
bien, ¿nada bueno hizo Juan Pablo II durante 27 años de monarquía? Sus
apologistas destacan su gran carisma; sus dotes actorales frente a las cámaras
(sobre todo en los viajes al exterior donde besaba el suelo de la nación que
visitaba); el fomento de las Jornadas Mundiales de la Juventud; su cercanía a
los enfermos, a los pobres, a los desvalidos; el asistencialismo; su firmeza
para contribuir al derrocamiento del comunismo; su mediación para evitar la
guerra entre Argentina y Chile; el pedido de perdón al iniciar el nuevo
milenio. ¿Alcanza con estos supuestos méritos? Entendemos que no. Cada uno de ellos
pueden ser rebatidos sin dificultad y ni siquiera atenúan mínimamente los
terribles hechos que tuvieron al pontífice como autor material, brevemente
comentados.
La
descarada canonización del pontífice, plagada de manipulaciones, actos de prevaricación,
y ocultamiento de la verdadera actuación del sujeto en cuestión, lleva la
impronta clerical destacada por Deschner: “Son millones las víctimas que [el catolicismo]
tiene sobre su conciencia, pero lo suyo es digerirlas sin que ello perturbe su
digestión” (8).
El
turbio modelo institucional de Francisco, continuismo del de sus predecesores, no
tiene otro efecto que confirmar el histórico antagonismo con el primer cristianismo. De ahí que le asista razón a la referida teóloga
alemana cuando sostiene que el fundador del movimiento “está enterrado no sólo
en Jerusalén, sino también bajo una montaña de cursilería, fábulas y fraseología
eclesiásticas” (9).
La
canonización de Juan Pablo II, así lo confirma.
Notas
(1) Ranke-Heinemann, Uta, No y amén, invitación a
la duda, Trotta, Madrid, 1998, p. 89
(2) Ibídem
(3) Castillo, José M., Cómo se hace un santo, en
www.moceop.net/spip.php?article322
(4) Puig
Fernández, Roser, “A los veinte años de la “mulieris dignitatem”. Feminismo en
la Iglesia Católica, en
www.redescristianas.net/.../a-los-veinte-anos-de-la-mulieris-dignitatem-fe...
(5) Deschner, Karlheinz, Opus Diaboli, Yalde,
Zaragoza, 1987, p. 237.
(6) Flores d’Arcais, El
Desafío oscurantista, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 33.
(8) Deschner, Karlheinz, El Anticatecismo, Yalde,
Zaragoza, 1990, p. 2.
(9) Op. cit. p. 15.
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