Hasta el viernes sesiona el Consejo de Cardenales designado por el papa Francisco para reformar la Curia. Es la consecuencia directa de la renuncia de Benedicto XVI y el eje del papado del argentino Bergoglio.
El próximo fin de semana comenzará su papado Jorge Bergoglio, el papa Francisco. Es que recién el viernes el Consejo de Cardenales concluirá el análisis de las reformas que se le impondrán a la Curia y al IOR (el “Banco Vaticano”), que representan el verdadero sentido de la “gestión Francisco”, su marca y, también, la consecuencia directa del escandaloso (aunque silencioso) entramado de desaguisados que llevaron a la histórica renuncia de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, al sillón de Pedro.
Entre este martes 1 y el viernes 4 de julio sesionan los consejeros del papa, en lo que se ha llamado como el “Grupo de los 8” o “El gabinete papal”. Allí la mano derecha del pontífice argentino es el hondureño Óscar Maradiaga.
Cuando renunció Benedicto XVI lo análizábamos como el papa que, en un mismo acto, imprevisto y absoluto, contundente y demoledor, “subía a los Cielos y bajaba a los Infiernos”. Dijimos entonces: “Su renuncia ni lo enaltece como única consecuencia ni representa –como dijo el el arzobispo de Cracovia- que se haya ´bajado de la cruz´: es un hecho político práctico con consecuencias: la Iglesia debe decidir seguir su camino o cambiarlo”.
Por ello, con el argentino elegido por los cardenales como el sucesor del papa alemán, a contra quinielas, cuando todo el mundo pensaba que “le devolverían la pelota a los italianos para que arreglen su propio embrollo”, como nos lo dijo, en forma fallida, el escritor y vaticanólogo Eric Frattini, se convirtió en forma obligatoria en “el exótico papa bisagra”.
Nos preguntábamos entonces: “¿Es Joseph Ratzinger tan santo como para señalar con el dedo a una organización de semejante estructura y significado y, así y todo, salir indemne? Pagó el más alto precio: renunciar al poder. Pero desde sus habitaciones de retiro es un observador privilegiado de un proceso que provocó con su gesto: la Iglesia o se reforma o deja de ser”.
Se reforma o deja de ser
Los ocho cardenales consejeros del papa Francisco que están sesionando hasta el próximo viernes son: Giuseppe Bertello (único italiano y miembro de la cuestionada Curia), Francisco Javier Errázuriz Ossa (que es el único emérito del grupo), Oswald Gracias, Reinhard Marx, Laurent Monsengwo Pasinya, Sean Patrick O’Malley, George Pell y el “amigo” de Bergoglio, Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, el coorinador del equipo, considerado “el jefe de Gabinete del Vaticano”. Hay un secretario también:el obispo de Albano, Marcello Semeraro. Y un “noveno miembro”: el secretario de Estado, Pietro Parolin.
Maradiaga es considerado un obispo “progresista” pero contradictorio, ya que apoyó el golpe contra Manuel Zelaya en Honduras y, con ello, tiró por la borda su prestigio local. Dentro de la Iglesia tiene un gran ascendente, al punto que fue considerado “papable” en el Colegio Cardenalicio que en 2005 ungió como pontífice a Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.
Es ese el núcleo duro del “francisquismo”, si es que existe, y quienes dominan timón del Vaticano, como Estado y como Iglesia. Por lo tanto, no resulta difícil igualar su labor y sus decisiones con las que tuvieron que tomar los capitanes Titanic. En este caso, parece que desde los más diversos sectores le arrojan icebergs para que choquen y se hundan, pero la misión está imbuida de mística y heroísmo: hay que cambiar y no solo dar señales “simpáticas”.
¿Qué viene?
Son más las preguntas que las respuestas cuando se plantea hacia dónde llevará al Vaticano el papa Francisco. ¿Cambio radical o actualización? El propio Bergoglio ha abierto muchas puertas que, de apoco, se fueron entornando.
Entre las discusiones globales, que superan a la Iglesia y cuyos debates son compartidos por toda la humanidad, se encuentran varios de los temas en discusión, a saber:
- El celibato de los sacerdotes. Si bien los prelados más cercanos a Francisco han dejado la idea de que hay voluntad de “discutirlo”, pero de allí a que se elimine el requisito hay un trecho tan largo que difícilmente pueda haberlo recorrido un equipo consolidado, pero ¿con suficiente poder?
- Más mujeres en la Iglesia. Se habló, en el furor del nuevo papa, de que se abriría el sacerdocio a las mujeres. Luego, que se incluiría a una gran teóloga (y se postularon tres nombres: Linda Hogan, James Keenan y Mary MacAleese).
- El concepto de familia y los homosexuales. Está en debate si algunos consejos pontificios, como el de la Familia, pasa a la Congregación para los Laicos o queda bajo jurisdicción directa de los sectores de la Curia. El papa tensó al máximo la cuerda con respecto a la situación de enfrentamiento de la Iglesia con los homosexuales, al señalar que “quíén soy yo para cuestionarlos”. Pero una cosa es aceptar su existencia, otra integrarlos. El ex cura argentino Andrés Gioeni, por ejemplo, le mandó dos cartas al papa Francisco para plantearle el tema. A pesar de las múltiples llamadas telefónicas y cartas que suele mandar el pontífice a sus seguidores, a Gioeni no le respondieron nada.
Aquí se han señalado solo tres ejes temáticos, simplificados, de las decenas que están siendo discutidos en la complejidad de la normativa hermética del Vaticano. Dos mil años de historia bajo revisión una vez más. Y, por ello, hay sectores que están retrocediendo, pero en un resorte y son capaces de saltar con fuerza si las determinaciones en torno al nuevo rumbo no les satisface. ¿Un nuevo cisma? O al revés: ¿logrará Francisco un efecto centrípeto, uniendo a sectores hasta ahora díscolos, dispersos y enfrentados detrás de un nuevo paradigma?
Al César lo que es del César
A la hora de hablar del financiamiento del Estado Vaticano, de las actividades de la Iglesia en el mundo y del sostenimiento de su estructura, el Consejo de los Cardenales tiene en sus manos un desafío mayor, pero para el cual ya ha dado muchos más pasos en concreto que con el resto de los temas, más vinculados a lo dogmático.
Ya se avanzó en el blanqueo de las cuentas del Instituto de Obras de Religión (IOR, el “Banco Vaticano”) adecuándolo a la normativa europea e internacional. También se cambió a los miembros del Consejo de Vigilancia de su banca y se creó una especie de “Ministerio de Economía”.
Pero todas esas medidas son relativas y están sujetas a lo que decida el “Grupo de los 8”, que discute sus competencias, la incorporación de una especie de “Banco Central” y que se indique de qué modo el Vaticano manejará sus inversiones.
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Nota publicada por MDZ:
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