Carlos Urrutigoyti, por cuya difícil situación en varias diócesis de EEUU fue trasladado a Ciudad del Este y luego, intervenida esta última por el Vaticano, dijo que los "aires primaverales" del papado de Francisco "es solo eso: aire para la prensa".
José Manuel Vidal, director de Religión Digital, uno de los más leídos medios sobre catolicismo en habla hispana, consiguió entrevistar al sacerdote mendocino Carlos Urrutigoity, acusado de numerosos casos de abusos a menores.
La nota puede leerse en su versión original directamente aquí o a continuación.
Estuvo en el centro de todas las miradas en la reciente visita apostólica a su diócesis Ciudad del Este. De hecho, antes de la llegada de los visitadores, el padre Carlos Urrutigoity, fue relevado de su cargo de vicario general de la diócesis de Ciudad del Este. En entrevista exclusiva con Religión Digital, el sacerdote niega las acusaciones de pederastia, asegura que la Teología de la Liberación "es una ideología anticuada que fracasó" y cree que los "aires primaverales" del Papa existen "sólo en la prensa".
¿Cómo se encuentra tras la visita apostólica? ¿Tuvo ocasión de entrevistarse con alguno de los dos visitadores o con ambos?
Para sorpresa mía y de muchos, los Visitadores no me llamaron a ninguna entrevista ni me pidieron ningún tipo de información. Al parecer, estaban concentrados en otras áreas. Sólo pude conversar unos minutos con el Cardenal Santos y Abril durante una de sus visitas. No me hizo preguntas ni me pidió ningún informe.
¿Cree que los visitadores llegaron con ideas preconcebidas?
No quisiera juzgar ni prejuzgar. Es cierto que todos tenemos ideas preconcebidas, ya que es parte de nuestro proceso de conocimiento. Pero no sabría decir a ciencia cierta cuáles serían las ideas con que vinieron los Visitadores.
Todos ellos me parecieron observadores muy puntillosos, aunque no parecen haberse interesado en algunos de los temas que uno esperaba. Por la impresión que me dio el Cardenal, no dudo que presentará al Santo Padre un relato muy puntual.
Tampoco se puede negar que, haciendo generalizaciones, los informes que habían llegado a Roma eran más bien negativos, ya que procedían de los opositores de siempre a nuestro Obispo y su obra. Pero los Visitadores se encontraron con una realidad muy distinta: una Iglesia muy unida y activa; muy evangélica y progresiva. Y nos alentaron mucho en ese sentido.
¿Su renuncia al cargo de Vicario General vino impuesta desde Roma? ¿Por qué?
Antes de la Visita Apostólica, el Nuncio sugirió a nuestro Obispo que era mejor que yo no fuera Vicario General.
Por mi parte, desde un comienzo, cuando el Obispo me pidió que aceptara el cargo, a mí me pareció inconveniente, por no decir francamente imprudente. Dadas todas las calumnias y difamaciones en Internet, era obvio que cualquier promoción sería cuestionada con facilidad y nuestro Obispo sería blanco de ataques. Pero él insistió, ya que los sacerdotes y los dirigentes laicos, cuando fueron consultados, en su gran mayoría propusieron mi nombre. Al final, un sacerdote es un hombre de obediencia. Con confianza asumí esa responsabilidad y con confianza la dejo ahora que la Iglesia me lo pide.
No hay cambios a efectos prácticos. Ya hace más de un año que he venido encargándome casi exclusivamente de temas económicos, puesto que nuestra Diócesis, por ser de creación muy reciente, no tiene rentas para sostener los enormes gastos que tenemos debido al apostolado creciente y a la formación de tantísimas vocaciones. Mes a mes estamos mendigando. Así que el Obispo me pidió que contribuyera, junto con una comisión de laicos expertos en esta materia, a promover esas rentas para aliviar la tarea de los futuros Obispos. De hecho, pues, no era yo sino el Vicario General segundo (dada la ingente actividad, teníamos dos Vicarios Generales en nuestra Diócesis) quien se encargaba más de los temas de la Curia.
¿Se fue contando, a pesar de todo, con el apoyo de su Obispo monseñor Livieres?
Gracias a Dios, he contado con el apoyo no sólo del Obispo, sino de los laicos, seminaristas y sacerdotes, que son la gente que lo conoce a uno y con quienes uno trabaja. Incluso lo hicieron por medio de declaraciones públicas muy valientes y que están a disposición de quien quiera consultarlas.
¿Son veraces las acusaciones de abusos sexuales presentadas contra usted en USA?
Sobre este tema ya hemos brindado muchísima información, y muy precisa, a la que me remito: está a disposición de todos en varios documentos y publicaciones, pero en particular, y de modo sintético, en el «Resumen Explicativo sobre la Visita Apostólica» que se halla en la página web oficial de nuestra Diócesis.
Si yo tuviera el problema de pedofilia que me atribuyen las campañas de prensa, evidentemente no debiera servir como sacerdote. No hay lugar para eso en el ministerio, ya que es un grave desorden y desequilibro psicológico y emocional -no sólo un pecado gravísimo.
¿Considera que el abuso sexual por parte de un sacerdote o religioso no sólo es un pecado, sino un delito que debe ser perseguido por la justicia civil?
Concuerdo totalmente: el abuso sexual no es sólo un pecado, sino un delito. Como tal, debe ser tratado por todas las instancias involucradas, incluidos los tribunales civiles, además de los de la Iglesia. Pero, aparte de la intervención de la justicia eclesiástica y de la estatal, estos casos requieren la imprescindible atención pastoral y de los profesionales de la salud.
También le acusan a usted de pertenecer a los círculos eclesiásticos más conservadores y hasta próximos a los tradicionalistas.
De ningún modo tomo como «acusación» el ser tradicional. Porque es una parte de la condición de un católico, que debe asumir la totalidad de la historia y la tradición viva de la Iglesia, sin reduccionismos excluyentes. Eso sí: no me considero ni me gusta ser «conservador». Con el paso de los años, uno comprende que muchos liberales no promueven para nada la libertad; y que muchos conservadores no conservan en realidad nada, ya que no entienden el sentido de la verdadera tradición.
Creo que las personas debemos ser como el árbol de la Iglesia, que habiendo crecido de la semilla más pequeña, es hoy un árbol frondoso donde todo tipo de aves encuentran hogar. Debemos tener hondas raíces en la tradición, en los orígenes y fuentes de nuestra fe; pero, al mismo tiempo, desarrollarnos con gran capacidad de novedad y crecimiento hacia el presente y el futuro. Es lo que hemos estado haciendo en la Iglesia en Ciudad del Este, donde todo tipo de carismas multiplican sus frutos con un fuerte sentido de unidad en la fe, pero en un gran respecto a la legítima diversidad. El respeto por las fuentes de la fe nos ha dado gran vigor. El respeto por la libertad del Espíritu nos ha dado gran dinamismo. Lo invito a conocer nuestra Diócesis, que a pesar de todas las falencias humanas, está experimentando un notable crecimiento gracias a la aplicación de los principios pastorales del Concilio Vaticano II.
Yo fui educado como seminarista en la Fraternidad San Pío X. De hecho, me ordenó sacerdote Mons. de Galarreta. Les debo muchísimo. Pero cuando el tradicionalismo se vuelve conservador, deja de ser verdadera tradición: se fosiliza, se esclaviza a la letra y pierde el espíritu, el sentido de la tradición verdadera.
Como ejemplo de nuestra actitud en la Diócesis, en los planes de estudio de nuestros institutos de formación sacerdotal hemos tratado y seguimos tratando de aplicar las muy criteriosas e innovadoras prescripciones de los más de treinta documentos emitidos sobre el tema por los Papas y la Congregación para la Educación Católica desde el Concilio Vaticano II hasta el presente. Y lo hacemos desde la audacia de una verdadera inculturación, es decir, de las reales condiciones y promesas de nuestra condición en la patria grande hispanoamericana.
¿Comulga usted de corazón con las reformas y los nuevos aires primaverales que soplan de Roma de manos del Papa Francisco?
Yo comulgo de corazón con todos los Sucesores de Pedro. En cada Eucaristía la Iglesia me ha enseñado que no puedo celebrar los misterios de la salvación sin esa profunda comunión con Pedro y los sucesores de los Apóstoles, los Obispos «que promueven la fe católica y apostólica», como dice la Plegaria Eucarística I. Muchas cosas me han gustado de lo que hicieron los Papas. Otras, no. Se llamen Francisco o se llamen Benedicto. Se llamen san Juan Pablo II o se llamen Pablo VI. En la fe, unidad. En lo opinable, diversidad.
No es posible hablar responsablemente sobre reformas que, hasta ahora, sólo se conocen de un modo vago a través de campañas y opiniones periodísticas. Como es sabido, la Iglesia tiene otros tiempos, madurados por la consulta universal, el diagnóstico y la reflexión común: en otras palabras, el diálogo en comunión. Se están preparando las reformas y eso llevará tiempo si se quiere hacerlas bien. Como nos enseñó el Señor, «por sus frutos los conoceréis». Así que por los frutos espirituales de esas reformas sabremos si son buenas, «primaverales», o no. Hasta que no haya hechos, cualquier juicio me parece superficial y prematuro.
En cuanto a los nuevos aires primaverales, también me parece que son sólo eso: aire en la prensa. La Iglesia se renueva en la santidad, en la humildad, en la oración y en el silencio. ¡Cuántas primaveras anunciadas y nunca llegadas! ¡Cuántos desiertos temidos, y después jardines florecidos! El Espíritu sopla donde quiere, no cuando y como queremos los hombres.
Me parece que vivimos en una Iglesia institucional demasiado preocupada por «el qué dirán», por la opinión del mundo. Y muy poco preocupada por la opinión de Dios y de la verdad que nos hace libres -libres, entre otras cosas, de la tiranía de los respetos humanos.
Tenemos que preocuparnos mucho más de las necesidades de los católicos comprometidos, que deben ser verdadera luz para todos. Hay que cuidar más la perseverancia, fidelidad y crecimiento de los que están adentro. Con una vida de familia intensa, es espontáneo salir a buscar a nuevos hermanos y que, cuando venga, permanezcan porque encuentran lo que verdaderamente buscaban. No podemos atar las decisiones en la Iglesia a las opiniones de los que quieren no-Iglesia. Porque al fin nos quedamos sin nada: sin católicos comprometidos y también sin los no-Iglesia, ya que nunca les interesó la novedad de formar parte del Cuerpo Místico de Cristo.
Es lo que ha ocurrido con las iglesias más liberales y «al día»: se han vaciado y han caído en la irrelevancia. Perdieron la esencia -y, al final, incluso el respeto de ese mundo al que idolatraron. Lo que nosotros necesitamos es una Iglesia de fe hacia arriba, y no de propaganda hacia fuera. Evangelización y conversión interior, sí. Propaganda, no. Lo que todos necesitamos es la Buena Nueva de la fe. No buenas noticias en una prensa complacida.
¿Conoció y trató al Papa Bergoglio en su época de arzobispo de Buenos Aires?
¿Conoció y trató al Papa Bergoglio en su época de arzobispo de Buenos Aires?
Casi toda mi vida como seminarista y sacerdote ha transcurrido fuera de la Argentina, así que nunca tuve la oportunidad de conocer y tratar de cerca al Cardenal Bergoglio.
¿Le agrada que, en cierto sentido, Francisco esté rehabilitando la Teología de la Liberación o es una corriente que está moribunda?
No sé cuál es el «cierto sentido» al cual Usted se refiere, pero la Teología de la Liberación entendida como imposición de un mesianismo terrenal -de un Reino de Dios en este mundo y para este mundo- es una anticuada ideología que ya pasó de moda en la primera venida de Cristo al mundo, cuando Él superó la decadencia religiosa del mesianismo terrenal en la que había caído buena parte de la jerarquía religiosa de Israel. La Teología de la Liberación, en este sentido, es algo fracasado y que ha producido una gran corrupción espiritual y una gran esterilidad en la Iglesia. En el Paraguay tenemos ejemplos de esta corrupción y esterilidad con nombre y apellido.
Fue una de las tantas ideologías impuestas desde algunas Universidades europeas y subvencionadas por las Iglesias ricas. Ya no tiene vigencia, ni creo que haya alguien que piense que la tenga, salvo pequeños grupos de diletantes intelectuales. A mí lo que me interesa es la Teología, a secas: el conocimiento y la celebración de Dios y nuestra liberación del mal, del pecado, de la ignorancia y del error. Cuando a la Teología se le añaden adjetivos ideologizantes, empieza a perder amplitud y equilibrio, y se llena de «verdades alocadas», como decía Chesterton.
¿Qué opina de la guerra de Israel contra Gaza? ¿Y de la persecución de los cristianos en Oriente Medio y en otras partes del mundo?
La política no es mi terreno, así que no creo que mi opinión tenga mucho valor. Siendo una guerra tan desigual y desproporcionada, supongo que habrá fuertes intereses económicos detrás de todo esto. Cui prodest? ¿A quién aprovecha esta carnicería en Gaza e Israel?
En cuanto a la persecución de los cristianos, evidentemente nuestra época es época de grandes y numerosos mártires. Según las estadísticas presentadas por la Santa Sede a las Naciones Unidas, cada cinco minutos ha muerto un cristiano por su fe en los últimos años. Y esto es sólo en referencia al martirio que viene de la sangre. En Occidente conocemos otra forma de martirio, que es el martirio de la reputación y de la distorsión. Algo de esto conozco yo por experiencia. ¿Hay alguna película en el cine o serie en TV en la que la religión «institucional» o los sacerdotes no tengan roles de malvados o de enfermos mentales?
Todo esto, sin duda, es muy bueno para la Iglesia y los creyentes. Es la verdadera primavera de la Iglesia de la que tanto se ha venido hablando. Primavera, no de slogans, sino de sangre. Primavera de Dios y del Espíritu. Porque la sangre de los mártires ha sido y seguirá siendo semilla de creyentes. El dolor nos aprieta y debemos despertarnos de toda vana ilusión: sólo Dios salva y sólo Él basta. La Iglesia de los mártires es la Iglesia pobre y para los pobres de verdad, los pobres de Yahvé.
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Fuente: Religión Digital
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